Para leer en voz alta
Nunca me instalé en tus calles,
ni en tus charcos, ni en tus grises,
nunca fui voz al lado de tu nombre corporal.
Abandoné tu lenguaje
en la primera luz intermitente de peligro
y me convertí en el silencio
de un punto suspendido.
Tú seguiste la dirección de otros signos
y en sus símbolos cuidabas
la impetuosa frescura del mar,
el canto angelical de las alondras,
las escalas sonoras de tus antojos
en los ascensores del ego,
apurados hacia el estruendo del descaro.
Descarriados, tropezaron
con la aparición del desierto
y se retorcieron las palabras
como lombrices blancas
hacia la negra distancia de la muerte;
el único lugar reconfortante
donde es posible la abstracción de lo eterno.
Dura sentencia para recalcitrantes tendencias que quisieron dibujar como realidad, espejismos en donde no habìa nada.
Siempre latiendo con especial fuerza y belleza, las letras tocadas por el pincel de tu admirable creatividad.
Mi sincero saludo con el respeto y afecto constante.
Hola Ilusionado, me gusta la realidad de tu bello comentario. Nada se puede hacer cuando los espejismos surgen de otras mentes. Una vez más, muchas gracias por el apoyo que siempre les das a mis letras. Un saludo afectuoso.