Esa calle donde vives
Esa calle donde vives ha ensayado
tantas veces mi trayecto,
sin huellas, hasta la puerta de tu casa,
lo has recibido y me has pasado
hasta el hondo escenario de la sala
con la apetencia de tus ojos,
con la emoción, sin titubeo.
Y has abierto en tu espacio
las dos ventanas blancas,
las vestidas con organza por tus dedos,
para atisbar en lo profundo
y con la luminosidad del alba
los silencios cicatrizados por el cuerpo,
y fijando tu mente en las zonas más calladas
tus palabras han dicho
con soltura, “ven, pasa, ya esperaba
desde siempre este momento”. Enseguida…
…Me has tomado de la mano y tu caricia
han inquietado cien veces más los nervios,
quizá por pensar que la brisa en la cortina
ha sido el roce en mi cara de tu primer beso,
pero como si lo fuera,
te he seguido hacia la mesa de la cita
y allí, frente a frente,
se han cruzado los recuerdos,
y el pecho, doblemente, ha sentido la distancia
de la vida que no regresa jamás el tiempo.
Mojadas han quedado las trémulas sonrisas
con la llovizna que surge más adentro
y las miradas sujetándose empañadas,
mientras el mantel recoge el leve roce de su afecto.
De repente, un café entibiando los caminos
que no recorrimos desde el inicio para vernos,
entretanto, la brisa que juega
sin parar en la ventana,
abre de par en par la puerta,
para que veamos la calle, otra vez, vacía,
atrapando la quietud en las esquinas,
mientras un paisaje, a solas,
ensaya nuestro habitual encuentro.